Número 5 (marzo de 2003)
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En relación al voto de México en la ONU.
Con motivo del afán guerrerista que han mostrado los dirigentes políticos de los EU’s, nuestro país se encuentra en una encrucijada. Así lo hizo notar Héctor Aguilar Camín en su programa semanal -“Zona Abierta”- correspondiente al 6 de marzo pasado trasmitido por Televisa.
El Programa (que debería llamarse Zona Medio Abierta, pues el moderador no deja hablar a sus invitados, a quienes interrumpe constantemente) contó en esta ocasión con invitadas. Don Héctor trató los asuntos del voto de México en el Consejo de Seguridad de la ONU, el de la inseguridad en nuestro país y el de la sucesión presidencial. Aquí discriminaremos el de la sucesión, por las razones que abajo se notan.
En el tema relativo al voto de México en la ONU, Aguilar forzó la situación para que las participantes –entre las que se encontraba Soledad Loaeza- votaran por un sí o un no al apoyo de México a los vecinos del norte. Ellas cuidaron de expresar una respuesta definitiva –alguna dijo, claramente, que no- ante lo cual Aguilar Camín se manifestó por un sí definitivo arguyendo que durante la Segunda Guerra Mundial fuimos sus aliados y “nos fue muy bien”, (otorgó un tácito permiso para matar a otros; porque, de esa manera, a nosotros nos va a ir bien). Soledad Loaeza no dio un sí explícito, pero no dejó de advertir sobre las consecuencias de no apoyar las intenciones de bombardear Irak por parte de Bush. Insinuó que tendríamos que soportar medidas de presión sobre nuestra moneda, con los migrantes y –dejó entrever- que no era conveniente votar en contra de sus intenciones. Me guardo, hasta aquí, mis comentarios para después del segundo tema: la inseguridad.
El moderador, insistió en que la tarea primordial del Estado es combatir la inseguridad. Digo que insistió, porque Carlos Fuentes –invitado al anterior programa de la serie- ya lo había rebatido (también en lo relativo al apoyo a los EU’s) argumentando que ante una serie de crisis económicas muy agudas, a mucha gente no le quedó más camino que delinquir. Por tanto, la tarea del Estado, prioritariamente, es resolver esa situación, la económica. Sin embargo, Aguilar sigue pensando que el papel del Estado moderno es dar de palos; el típico Estado represor. Debe prevalecer la aplicación del derecho; ahí todas estuvieron de acuerdo. (Desde la tesis aguilarcaminista, estaríamos ante una justificación de la matanza de Tlatelolco –por ejemplo- ya que el Estado estaba cumpliendo –en teoría y práctica- la observancia de la ley, con estricto apego al Artículo 145 bis, en el que se consignaba el delito de Disolución Social). Soledad Loaeza comentó un incidente en que, por un asunto de tránsito, un tipo la amenazó, desde su auto, con una pistola.
En este punto, tras estos dos párrafos, podemos encontrar dos enfoques totalmente contradictorios respecto de la aplicación del derecho. A nivel nacional, debe prevalecer –sin importar consecuencias (ni conveniencias)- el imperio de los órganos que se encargan de preservar el orden. Pero tratándose de asuntos internacionales, hay que analizar si NOS CONVIENE apoyar a un país que quiere situarse sobre el órgano internacional que se encarga de velar por el orden mundial. ¡Bonita deducción abierta de Aguilar y encubierta de Loaeza: apoyar las intenciones de los EU’s!, porque... ¡NOS CONVIENE!.
Y si, de conveniencias –no de derechos- se tratara, solamente habría que pensar que en pocos años la mayor parte del petróleo que consumirán los EU’s tendrán que conseguirlo del exterior (comprado o arrebatado, igual que cuando decidieron extender su territorio, obteniéndolo de México). Si estamos de acuerdo en que los gringos ataquen Irak estaremos –también- en posición de ajustarnos al adagio: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. ¿Saben por qué, doña Marisol y don Héctor? Porque tenemos lo que ellos ansían: petróleo, que es el motivo real de la agresión a Irak. Si la ONU no detiene a los norteamericanos, habrá que preguntarnos “¿cuándo nos toca a nosotros?”. Justificaciones no faltarían: que somos responsables del tráfico de drogas, que no cumplimos con las entregas de agua de las presas fronterizas, que no damos seguridad a los turistas de ese país; nada más como ejemplos. A mediano y largo plazo es una clara posibilidad.
Por lo tanto: ¿NOS CONVIENE votar a favor de la guerra? Aunque, repito, NO SE TRATA DE CONVENIENCIAS, sino de cuestiones de derecho internacional.
En el terreno de las suposiciones y de las simplificaciones, pregunto...
A Héctor Aguilar: si un ladrón vigilara su casa con intención de robar, ¿estaría de acuerdo en que yo votara (o manifestara mi apoyo) –POR CONVENIENCIA-a favor de que el ladrón lo hiciera con tal de que a mí me “vaya bien” y no se meta en la mía? A Soledad Loaeza: Si mi auto hubiera estado cerca del suyo y del de quien la amenazó con una pistola, ¿estaría de acuerdo en que yo votara (o manifestara mi apoyo) –POR CONVENIENCIA- a favor de ese imbécil con tal de que no se ensañe conmigo? A eso –a mi hipotético voto a favor que, desde luego, no daría-, aquí y en China, se le llama COMPLICIDAD.
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